Hace ya unos cuantos años, en nuestra sección de casas poco convencionales os enseñamos cómo era vivir en una antigua torre de agua transformada en vivienda. Hoy, sin embargo, veremos una vieja torre de agua modernizada tanto por dentro como por fuera, en una llamativa combinación de materiales y formas.
Y es que en esta peculiar vivienda se combinan el ladrillo y la geometría tradicional propia de las torres de agua londinenses del siglo XIX con materiales modernos como el acero y el vidrio, que contrastan con sus formas puras y sus superficies tensas y brillantes frente a la pátina y la rugosidad del ladrillo y la piedra.
Sin duda es poco convencional el trabajo llevado acabo por los arquitectos Leigh Osborne & Graham Voce, pero han conseguido crear una vivienda no solo singular, sino también acogedora y con un encanto especial, aunque intuyo que no exenta de cierta incomodidad.
A favor habría que destacar ese volumen principal en el que encontramos dos plantas conectadas por una doble altura que, para más inri, se puede abrir completamente al exterior gracias a unas enormes cristaleras correderas.
En la planta inferior encontramos una gran cocina con una mesa corrida para no menos de 10 comensales, con detalles tan curiosos como las sillas oxidadas de corte industrial y la mesa de madera, que junto a unos muebles de cocina en blanco brillante, trasladan al interior ese contraste entre lo viejo y lo nuevo que encontramos en el exterior.
En la planta superior está el salón, con varios sofás y una decoración no tan de mi agrado, aunque el espacio es espectacular. Además, si la vista no me falla, hay un proyector y también una enorme pantalla blanca escondida junto al ventanal, lo que convierte ese espacio en un cine en miniatura.
No menos destacable tampoco es la terraza que encontramos sobre este cubo negro de acero y vidrio, aunque sin duda lo más espectacular es el espacio del ático. Un salón completamente acristalado con vistas de Londres en todas direcciones. No sé vosotros, pero a mi me bastaría con algo así para vivir, no me haría falta ni el resto de la casa.
La parte no tan buena es que, al ser una torre de agua, la dimensión principal del edifico es vertical, lo que implica que las diversas habitaciones (de nuevo con una decoración que no acaba de encajar con la arquitectura) se van distribuyendo en varias plantas.
No acaba de verse ningún ascensor en las fotos, lo cual hace que irse a la cama sea un auténtico peregrinaje, e incluso si lo hubiera, que no es descartable, también promete ser un tanto engorroso.
Si vivir en un ático o en un adosado ya prueba que al final te pasas el día subiendo y bajando escaleras, en esta casa que hay al menos siete plantas, no lo quiero ni imaginar. Aun así, quién no querría vivir en esta torre de agua modernizada.
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Vía | Fubiz
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